domingo, 27 de junio de 2010

ME HE IDO TANTAS VECES...



Me he ido tantas veces de aquí que ya, hasta el viento sonríe cuando me ve aparecer de nuevo. Rasguña una piedra mientras me mira y me dice que no sabe qué decir, lo entiendo… no puede decir nada, es lo que pasa con estas cosas… “nadie aprende en cabeza ajena”; y mira que no soy muy de refranes; pero aquí, viene que ni pintado.

Me paso los días sermoneando a quien me lo pide, regalando mis manos a quien me lo pide, ofreciendo todas mis vísceras a quien me lo pide y leyendo esquelas de los muertos de los demás y, ahora, cuando es a mí a quien toca pulir… todo se da la vuelta y me desvanezco, como el vaho en el mes de enero o como, a lo sumo, un peta-zeta en la boca de un niño… chisporroteando… pero, al fin y al cabo, me voy.

Me ha largado tantas veces de esto que no sé qué es que se me hace apático, desnutrido y gris. Me aburro soberanamente de mi misma y de mis ancestros, por dejar que todo esto pase; a veces, creo que es injusto y me regocijo convenciéndome de ello… entro en desidia y me apago, me vuelvo color sepia y los colores se camuflan detrás de cualquier piedra, para que nadie me vea.
Tengo tantas ganas de saber qué pasará que recorro los minutos del día sin casi saborearlos, dejándolos huir sin más y doliéndome en cada ocaso que pasó y que no respeté. Me angustia cerrar la boca y no sentir el paladar, intuir que empiezo a decolorarme como el pelo cano o que sucumbo a todo lo que me ayude a usar el olvido como herramienta de destino… ¡puaf! y me asquea ser esto…

Por eso me he ido tantas veces de cada día que puedo vivir, porque no concibo las heridas así… en metástasis.

Y prefiero no mirar a nadie. Cerrar los ojos fuerte, apretando, intentando rebuscar estaño entre los dedos de todo el que me rodea y soldar, soldar fuerte los sentidos y callar… dejar de escuchar, no oír, no palpar nunca más nada, ni extrañar, ni lamer, ni degustar sabores exóticos, ni salados, ni de sol; no poder mirar mas que dentro ¡nunca fuera!, ni pensar, ni sentirme estrella, ni especial, ni ofrecer, ni amilanar la sangre hasta que se pare, ni gritar, ni buscar, ni llenarme los pies con la fina arena de la playa, ni tambalear, ni dejar que me tiemblen las piernas, ni besar, ni oler los cuellos, ni esperar más poder rellenar con la lengua los huecos debajo de la boca…

Tengo tanta prisa por saber cómo voy a matarme, que me bebo la vida de un trago, me camuflo debajo de los cristales y no me doy cuenta de que se me ve… de que por muchas veces que me vaya, siempre vuelvo para no pedir nada; y por cada regreso no me encuentro nada, nada… yo más yo y la ausencia, el sopor eterno que no es de los vivos y que se muere más, si cabe, por cada re-vuelta… sin amistad… y, creo, que nunca me sentí tan sola.

Porque volver a ti es lo que tiene: Ya no sé quién eres, eres “el extraño” , la parte de mí que ya no está, el adiós que nunca llega y que, sólo tú, puedes regalarme… Concédeme el deseo y usa la boca y la voz, otórgame la paz y espútame una despedida ¡por favor! Sé que hace tiempo que te fuiste, pero no consigo creérmelo.

(Mariapán 2010)

Y con este texto tristón pero reconstituyente que me ha pedido una amiguita, me despido de este blog (por ahora), gracias a todos los que os habéis pasado y habéis usado algo de vuestro tiempo para empatizar conmigo ¡ha sido una gozada compartirme! ¡gracias desde el corazón!
Y gracias a ti, sosi, por compartir este experimento que ha durado un añazo... Ahora te dejo el relevo... ¡cuídalo eh! ¡te quiero!

¡Buen verano! :-)


jueves, 24 de junio de 2010

NO MIRAR


Ahora, dibujaré...

todo lo que queda:


NO MIRAR

NO MIRAR

NO

MIRAR…

Mirar… no.

Mirar…

no.

No mirar…

MIRAR

¡NO!

MIRAR…


(Mariapán 2010)





sábado, 12 de junio de 2010

SUBIR AL CIELO




Reconozco que subir al cielo es lo que tiene… que luego, después, cuando todo cesa…; hay que bajar, o re-bajar (¡me encanta jugar con las palabras! es un juego dulce…).

Ascender escalones, otear paisajes, mantener campiñas en la memoria y personas en el corazón; escalar árboles y arboledas, recortar veredas kilométricas y acariciar animales extraños… es lo que va dejando a su paso el ascenso, el camino largo hasta alcanzar la montaña más elevada.

Pero ha de acabar algún día, si no… la fatiga nos mataría, nos haría demasiado nómadas, “nómadas profundos” y yo… no soy eso (creo).

Por eso reconozco que lo que haces conmigo ha de detenerse por las tardes, cuando yo estoy cansada y Morfeo te espera, quieto e intacto, para regalarte un suspiro detrás de las orejas. Como cuando hacemos el amor y te recorro con palabras el cuello y las palmas de las manos, acabo a menudo, en una espiración… La pequeña muerte…

He de admitir que si todo lo que haces de mi no cesase momentáneamente, me matarías; ambos lo sabemos… demasiado amor, demasiado placer, demasiada verdad. Por eso, te embriagas de sueño y duermes; como ahora, que te miro. Y reconozco que elevarme allí donde costó llegar fue una ópera egipcia, un abismo tentador, una manera difícil de conocer ángeles, fácil de follar con demonios, de alumbrar a las luciérnagas y de arruinar el género. Y mereció la pena este olvido efímero que me donas por las tardes cuando duermes y te observo, porque me deja la paz de admirar mi ascenso, mi izamiento, la fuerza de mi feminidad y la sagacidad indomable… La pequeña vida.

Por eso, he de ser consciente de tu voluntad y tus ojos marrones enganchados a las pestañas y a mí… y me concedo la añorada calma, el perdón, la otra oportunidad que me debo. Y es necesario el descanso.

Y cuando despiertas y te recuperas, me vuelve de nuevo la memoria y ya no soy la amnésica putrefacta que dejó de buscar tus besos…; me sonríes y recompongo todas las paredes de nuestra casa, las barnizo en un pis pas y te regalo La Mota y su hechizo, por supuesto, sólo para ti.

Porque recuerdo que te quiero y que tras el descanso, anhelo con las entrañas (como sabes que sé quererte) que me regales amor del tuyo… del bueno.


(Mariapán 2010)



jueves, 3 de junio de 2010

Padre, lo confieso...




Padre… lo confieso:

- Cogí la pierna y me la arranqué –

Hija…

- ¿Qué razón te llevó a semejante atrocidad?-

Padre… lo confieso:

- Perdí el norte y renegué de mi, lo hice porque la fusta no la llevaba encima y la deshuesé en un giro seco -

Hija…

- Perder el norte es humano y renegar de ti también –

Padre…

- Renegué de mi mientras me amputaba y de Dios mientras renacía, descubrí que no existe-

Hija…

- La fusta te la presto, la tengo aquí mismo, y con ella maldícete por tus blasfemias. La pierna no vale nada, ni tus manos escondidas, ni siquiera tú misma vales algo… renacer de la no-fe es pecado…y, además, mortal-


(Mariapán, 2010)