viernes, 24 de septiembre de 2010

La Visita

Aquel licor estaba fortísimo, se necesitaba arrugar la cara centímetro a centímetro para tragar el seco líquido transparente que escapaba de visita en visita de aquella botella labrada. La llegada había sido chocante, poco esperada y con poca resolución de palabra. Que contar, que decir, vaciarse al completo de bienes y bienes contestados a cada pregunta per cápita que llevara mi misma sangre. En fin, controlar el tiempo y disimular cada mirada al reloj aun consiguiendolo en cada aghhhhh! que me provocada aquel casero desinfectante, fue suficiente para que pasara la hora de rigor entre aquellas paredes color blanco roto forzoso. La salida libre y esperada por el pórtico que desembocaba al pasillo negro, punteaba la puerta en la que entraban movimientos polvorientos de luz. Despedidas a besos y un largo respirar a ambas partes de la doble hoja de madera, portazo y movimiento de pestillos me despiden mientras me pierdo en aquella larga cuesta.


Jtown

martes, 7 de septiembre de 2010

El 53

Llevaba el pantalón algo sucio,
la sonrisa muy alta y estupidez
en todos y cada uno de sus bolsillos.
Comía despacio y salaba los platos
como nadie cuando soltaba alguna
palabra al resto de la humanidad y
caía algo de su saliva sobre el circulo
de cristal arañado. Se subía con facilidad
en el 53, un autobús que se llenaba de
gente cuando lo pintaban de nuevo y
recorría las plazas sacando la cara por
la ventanilla impoluta para que la gente
lo viera, lo escuchara, o lo disfrutara al
pasar bajo aquellos semáforos que por
un casual, hoy estaban a una altura
mas baja de lo habitual.
Cruzaba ciertas calles sin importarle
el peligro, amenazaba a la inteligencia
que luchaba por sobrevivir en colmenas
apartadas.
Un día, dándose cuenta, perdió el 53 y
mientras miraba desde fuera los platos
de cristal arañado se fijo en algo muy
curioso, una luz parpadeante que se
representaba constante y naranja.
Perdón se me olvidaba...
Alta, constante y naranja.



Jtown