jueves, 11 de febrero de 2010

Querida Muerte


Saltó como un resorte, su sombra bailaba por lo ancho de su prolongada vestimenta y ennegrecía el suelo, ondeando en éste claros y oscuros mientras el tiempo segundeaba.

Quedó quieto, esperaba supongo el movimiento leve de su adversario para acelerar su muerte, convirtiéndolo así, en otro ser inerte de aquel escenario hacinado.

Bajaban las gotas entonces por las morenas pieles de los espectadores, el polvoriento aire se renovaba de gloria y el olor a tarde sabía ¡a humo, a rojo, a fiesta!

Arriba, sobre todos los demás, los trozos de tela triste se perseguían intentando darse caza sin aparente logro. Ninguneaban las palomas con las palomas y varios transeúntes miraban hacia arriba desde fuera del murmullo.

Entonces, un ruido fino clavó al público, respondiendo éste con exagerados movimientos.
(Jtown)

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