
David, el gran David, dice que querer es cerrar los brazos y abrazar... fluir, hacer y dejar hacer.
Pero también dice que querer es abrir los brazos, extenderlos todo lo que se pueda y más si cabe, desgarrarse uno mismo para poder hacer fuerza contra tu propia fuerza que se empeña en seguir cerrando, seguir abrazando, seguir... al fin y al cabo, asfixiando...
Y dejar ser libre al otro, sin ataduras, sin horror y, si puede ser, con una sonrisa como la mía.
Eso dice David que es muy anciano ya, es viejo, es enormemente sabio. Y hay gente que se ríe…
- ¿dónde está el límite de la ignorancia? –
“ Porque llevaba trenzas/ la llamaban trencita”.
David dice que la vida es tan enorme que mis lágrimas del sábado no tenían sentido lógico dentro de este marco. Que estoy triste y alegre, pero que los dioses me concedieron lo “ilimitado”… el placer… el dolor… el don y la fusta, eso dice David… y me habla de mi risa y de los dibujos, de la soledad absoluta que arrastro y que es tan visible, para viejos como él:
- ¡pinta! no dejes de pintar… -
Y con todo esto que me cuenta David lo único que soy capaz de hacer es… huir. Escaparme de él que me da tanto miedo y sentarme encima del arco iris para revivir. Fumarme un cigarro, hoy que llueve y tengo menos asma y esperar.
David dice que el amor es él y que soy yo… y yo… me lo creo.
Por eso me paseo hoy por las canciones y las recorro como si fueran tú, como cuando te miro y no me miras o ¡mejor! como cuando me descubres entre el tumulto encajada mi mirada en tu espalda… así… Recojo todas los versos que aún no te he dedicado, todos los cuadros y todas las noches como la del lago… y las guardo, con amor, con mucho amor.
David dice que volar es lo único que importa y que lo más probable es que el intento cueste algo más de lo que yo estaría dispuesta a dar, pero David es elocuente y sagaz y sabe que aún no me conoce. Si te preguntaran a ti seguro que responderías correctamente, como soy, dímelo tú: ¿me gusta volar?.
Por eso, hoy que es el mes cinco y llueve, voy a contarle a David que abrí los brazos, por fin, aguantando la fuerza de mi fuerza; que lloré, sí, pero que volar es lo que tiene… de vez en vez, encuentras un cuento en el que Alicia ya no vuelve más al otro mundo, en el que la última ilustración es la que vale, en el que la sonrisa del gato es la mía y es sentida y …en el que tú eres el sombrerero loco y yo… yo, la reina de corazones: