martes, 7 de septiembre de 2010

El 53

Llevaba el pantalón algo sucio,
la sonrisa muy alta y estupidez
en todos y cada uno de sus bolsillos.
Comía despacio y salaba los platos
como nadie cuando soltaba alguna
palabra al resto de la humanidad y
caía algo de su saliva sobre el circulo
de cristal arañado. Se subía con facilidad
en el 53, un autobús que se llenaba de
gente cuando lo pintaban de nuevo y
recorría las plazas sacando la cara por
la ventanilla impoluta para que la gente
lo viera, lo escuchara, o lo disfrutara al
pasar bajo aquellos semáforos que por
un casual, hoy estaban a una altura
mas baja de lo habitual.
Cruzaba ciertas calles sin importarle
el peligro, amenazaba a la inteligencia
que luchaba por sobrevivir en colmenas
apartadas.
Un día, dándose cuenta, perdió el 53 y
mientras miraba desde fuera los platos
de cristal arañado se fijo en algo muy
curioso, una luz parpadeante que se
representaba constante y naranja.
Perdón se me olvidaba...
Alta, constante y naranja.



Jtown

2 comentarios:

  1. Si es que miramos pero no vemos ¡hay que fijarse en los detallicos! luego, cuando los ves, todo parece diferente...

    P.d: "no menterao de na"...jajajaja

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