lunes, 4 de octubre de 2010

¿Y mi oportunidad?

Soy profesora de Educación Infantil y he inventado una nueva asignatura en clase. Dura apenas cinco minutos y la tengo encuadrada entre las 13:55 horas y las 14 horas de viernes.
La tengo ese día por la gran libertad que aporta el viernes. El último día de la semana para ellos es como la combinación de algo muy trabajado, y aunque les guste más o menos venir al cole, el viernes a las dos de la tarde es como el comienzo de algo muy merecido.
En esta nueva asignatura, por supuesto no evaluable, me detengo a observar tranquila y desde otro rol, que no es el de profesor/a, a mis alumnos/as.
Los niños hacen y deshacen lo que quieren en este rato. Dibujan, juegan, hablan, planean. Sostienen sobre sus manos sus mayores virtudes y demuestran que su historia tras el edificio escolar no puede arrebatarle lo que más llevan dentro, sus cualidades.

Tras mi mesa, me detengo hoy casi plenamente en Mario. Mario no es el más inteligente, ni el más educado, ni el más puntual, pero dibuja como nadie el color del cielo, la esponjosidad de las nubes o el ladrillo mojado de las mañanas de otoño.
Mario no desaprovecha la asignatura para crear, ordenando sus pinceles, que por ahora tienen sólo puntas de grafito. Es un pequeño genio, una estampa de virtuoso que le puede llevar a hacerse grande, a la dedicación plena de artista.
Pero llegan las dos y mientras la sirena apura su eco él recoge con lentitud y me hace mi viernes triste con su corta sonrisa de mueca.
Fuera quizá le espere su padre, o nadie. Quizá prolongue su estancia junto a mí hasta ver aparecer a su ángel, al que él llama abuela.
Su vida en familia es incierta, no sabe qué tiempo se encerrará su padre en el dormitorio de “no molestar”. No sabe si cenará caliente, si desayunará sólo o si saldrá de casa sin que nadie pregunte. No sabe si su madre existe o es solo un sueño que le visita su cabeza.

Ojalá me equivoque, pero Mario será un escalón ausente, un brillante sin pulir, un vacío de ilusiones, un lamento duradero, un renglón torcido.
Mario pintará nubarrones sin apoyo, sin camino aconsejado, sin zapatos bien puestos.
Mario seguramente luchará sólo y olvide pronto su asignatura del viernes porque su padre le suspendió para siempre.


Jtown (12/08)

2 comentarios:

  1. a diario vemos pequeños talentos despreciados por sus mas cercanos

    que pena

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  2. Pero Mario tiene esa maestra (a la cual nunca olvidará, nunca se olvida gente que aprecia el don) se hará mayor, habrá vivido y cuando el don, las ganas o la magia de los pinceles le llame sabrá aprovechar esta llamada; discernirá y sabrá que las oportunidades siguen ahí, que nunca es tarde y que son suyas, porque están ahí irremediablemente expuestas, para que las aproveche quien quiera ...
    Y otro día, Mario, cuando sea mayor se sentará a tomar un café con su padre que es un ancianito más calmado, le hablará de lo que fue y de lo que pudo haber sido; su padre lo más probable, será que le explique por qué fue y, si no, por lo menos se lo habrá contado y,así, juntos; podrán cerrar el ciclo.

    Me ha gustado el texto Jtown.

    (Mariapán)

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