El pelo cano lo hace más bello o, tal vez, sea que no lo recuerdo de otro modo (la memoria es cruel a veces, cuando se muestra extrovertida y capaz de condenar al olvido, la aborrezco; me hipotecaría el tiempo que queda y la asesinaría, no me gusta su chantaje emocional).
El pelo cano y sus ojos curtidos despiertan mi curiosidad, cómo sería antes de todo esto, nunca lo veré… es realmente imposible.
Me gustan sus manos recortadas, de dedos pronunciados y uñas perfectas; son tiernas, sus manos son dulces y maternales, con la sensibilidad de cualquier Frankenstein preocupado por no hacer daño.
Casi siempre evoco su imagen y aparece con lágrimas, como cualquier Virgen dolorosa de mi infancia. Con sonrisa perfecta y blanca, pero con lágrimas emanando del alma, del amargor de la garganta comprimida, del cúmulo de muertes vitales en sus venas amoratadas.
“ … detrás del sillón enorme que había en el salón, le observé durante minutos interminables. Yo, tan pequeña,... él, tan enorme… Sus manos (las manos que me acunaban) dejaban entrever los ojos enrojecidos del llanto de muchas horas, el agua salada de sus lacrimales se me hacía sangre carmín de garanza, por el dolor que me provocaba: yo tan pequeña, el desconcierto no me cabía dentro. Y los sollozos se escribían en las paredes de su casa con una pasta tan intensa que arañaba el cemento y la pintura y todo se derrumbaba a mi alrededor; la ropa se desgarraba y me dejaba en la más absoluta desnudez, los cimientos se reblandecían y desaparecían y los cristales de las ventanas estallaban convertidos en millones de saetas a punto de clavarse en mi pequeño corazón”.
Su espalda encorvada me recuerda que las cervicales le molestan por llevar alguna que otra carga que no es suya, tal vez tampoco mía, pero le duelen y no es justo… La vida no es justa para gente como él, que tiene la magia en el alma y el amor chorreándole por todos y cada uno de los poros de su cuerpo.
Por eso, cuando lo escucho cantar una “soleá “ recuerdo el día que se destruyó su casa delante de mis diminutos ojos, mientras lo observaba llorar detrás del sillón enorme… porque nadie puede saber mejor que él cómo se canta, cómo se siente y cómo se llora la vida mientras todo se deshace y tu hija te observa silenciosa, haciéndose mujer por cada lágrima:
El pelo cano y sus ojos curtidos despiertan mi curiosidad, cómo sería antes de todo esto, nunca lo veré… es realmente imposible.
Me gustan sus manos recortadas, de dedos pronunciados y uñas perfectas; son tiernas, sus manos son dulces y maternales, con la sensibilidad de cualquier Frankenstein preocupado por no hacer daño.
Casi siempre evoco su imagen y aparece con lágrimas, como cualquier Virgen dolorosa de mi infancia. Con sonrisa perfecta y blanca, pero con lágrimas emanando del alma, del amargor de la garganta comprimida, del cúmulo de muertes vitales en sus venas amoratadas.
“ … detrás del sillón enorme que había en el salón, le observé durante minutos interminables. Yo, tan pequeña,... él, tan enorme… Sus manos (las manos que me acunaban) dejaban entrever los ojos enrojecidos del llanto de muchas horas, el agua salada de sus lacrimales se me hacía sangre carmín de garanza, por el dolor que me provocaba: yo tan pequeña, el desconcierto no me cabía dentro. Y los sollozos se escribían en las paredes de su casa con una pasta tan intensa que arañaba el cemento y la pintura y todo se derrumbaba a mi alrededor; la ropa se desgarraba y me dejaba en la más absoluta desnudez, los cimientos se reblandecían y desaparecían y los cristales de las ventanas estallaban convertidos en millones de saetas a punto de clavarse en mi pequeño corazón”.
Su espalda encorvada me recuerda que las cervicales le molestan por llevar alguna que otra carga que no es suya, tal vez tampoco mía, pero le duelen y no es justo… La vida no es justa para gente como él, que tiene la magia en el alma y el amor chorreándole por todos y cada uno de los poros de su cuerpo.
Por eso, cuando lo escucho cantar una “soleá “ recuerdo el día que se destruyó su casa delante de mis diminutos ojos, mientras lo observaba llorar detrás del sillón enorme… porque nadie puede saber mejor que él cómo se canta, cómo se siente y cómo se llora la vida mientras todo se deshace y tu hija te observa silenciosa, haciéndose mujer por cada lágrima:
“Penas tiene mi pare,
penas tengo yo,
y las que siento son las de mi pare,
que las mías no”.
penas tengo yo,
y las que siento son las de mi pare,
que las mías no”.
(Mariapahn)
Uff!!! Cuanto hay aquí, te ha debido de costar una barbaridad soltar todo eso. Gracias, es lo que te quería provocar, gracias, empezamos a entendernos.´
ResponderEliminarEl tan grande, yo tan pequeña...bravo,bravo!!!
No se que decir.¡Mejor me voy en silencio, y cuando tú quieras lo comentamos, mi pequeña!!!
ResponderEliminarComo dice Jtown, es bueno echar fuera cosas.
Besicos muchos.
JTOWN: si que hay, si... me alegra que el entendimiento llegue a esta, nuestra casa, eso es bueno. Ahora espero yo impaciente a tus letras, lo mismo hasta las necesito ¡fíjate! Gracias por proponer el tema, soltar esto me ha venido bien.
ResponderEliminarCASITA: Claro que es bueno, esta vez el tema era contar algo y a mi me vino este recuerdo, pero no problem porque no me hace daño; tengo este recuerdo muy marcado y me gusta revivirlo, de aquí aprendí a darle sentido a muchas cosas. Un besito guapa!!!
uffff!!!! qué bonito!!!!
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