Reconozco que subir al cielo es lo que tiene… que luego, después, cuando todo cesa…; hay que bajar, o re-bajar (¡me encanta jugar con las palabras! es un juego dulce…).
Ascender escalones, otear paisajes, mantener campiñas en la memoria y personas en el corazón; escalar árboles y arboledas, recortar veredas kilométricas y acariciar animales extraños… es lo que va dejando a su paso el ascenso, el camino largo hasta alcanzar la montaña más elevada.
Pero ha de acabar algún día, si no… la fatiga nos mataría, nos haría demasiado nómadas, “nómadas profundos” y yo… no soy eso (creo).
Por eso reconozco que lo que haces conmigo ha de detenerse por las tardes, cuando yo estoy cansada y Morfeo te espera, quieto e intacto, para regalarte un suspiro detrás de las orejas. Como cuando hacemos el amor y te recorro con palabras el cuello y las palmas de las manos, acabo a menudo, en una espiración… La pequeña muerte…
He de admitir que si todo lo que haces de mi no cesase momentáneamente, me matarías; ambos lo sabemos… demasiado amor, demasiado placer, demasiada verdad. Por eso, te embriagas de sueño y duermes; como ahora, que te miro. Y reconozco que elevarme allí donde costó llegar fue una ópera egipcia, un abismo tentador, una manera difícil de conocer ángeles, fácil de follar con demonios, de alumbrar a las luciérnagas y de arruinar el género. Y mereció la pena este olvido efímero que me donas por las tardes cuando duermes y te observo, porque me deja la paz de admirar mi ascenso, mi izamiento, la fuerza de mi feminidad y la sagacidad indomable… La pequeña vida.
Por eso, he de ser consciente de tu voluntad y tus ojos marrones enganchados a las pestañas y a mí… y me concedo la añorada calma, el perdón, la otra oportunidad que me debo. Y es necesario el descanso.
Y cuando despiertas y te recuperas, me vuelve de nuevo la memoria y ya no soy la amnésica putrefacta que dejó de buscar tus besos…; me sonríes y recompongo todas las paredes de nuestra casa, las barnizo en un pis pas y te regalo La Mota y su hechizo, por supuesto, sólo para ti.
Porque recuerdo que te quiero y que tras el descanso, anhelo con las entrañas (como sabes que sé quererte) que me regales amor del tuyo… del bueno.
(Mariapán 2010)
Jopeeeee Mariquilla ¡que bonito! No voy a decir nada más para no estropearlo.
ResponderEliminarBesicos muchos guapa.
Bueno, yo podría decir algunas cosas más... Pero mira que estoy ocupado aplaudiendo y no quiero desconcentrarme.
ResponderEliminarCASITA: ¿estropearlo?ummm,nunca lo harías ¡faltaría más niñamamá! Gracias, ya sabes...el amor jejeje. Más pa tí.
ResponderEliminarMARIO: Ummm...aplaudiendo...ummm ¡qué bien! ¡gracias! y, bueno, si... sé que podrías decir muchas cosas e, incluso, mucho mejor que yo...jejeje Un beso mexicanito y gracias por el paseo.
Tú te quedas enganchada a las pestañas, con tus ojos multicolor, grandes y altos, desconocidos y ensoñados como las estrellas.
ResponderEliminarTe quiero María.
Orili.
Ori Li: Te quiero Gloria, te quiero Ori Li, te quiero niña.
ResponderEliminarMe gusta el cambio, aunque... lo veo gris, ¿no? jejejje. Gracias por seguir con éste rinconcito, ya que yo... yo no estoy.
ResponderEliminarVolveré.
J.
Si, sosi, gris... este blog es gris...jejeje...
ResponderEliminarDe nada, hijo, una que cuida las cosas mu bien y tiene mucha necesidad de fogá...jejeje.
Vuelve cuando quieras o cuando puedas...
yo no puedo decir nada, me he quedado sin palabras. Me gustaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Te quiero, por regalarme esto y por regalarme todo lo que haces. Gracias
ResponderEliminarPAQUI: ¡Tuyo es lo mío! desde los cero años... y eso no tiene discusión que valga... Gracias a ti por compartirte, dejar que me comparta y estar siempre. Un beso (el cual te daré en breve).
ResponderEliminar