Olía a serrín, a virutas esparcidas por el suelo en constante movimiento. A ruido de corte mecánico, casi a quemado por el roce acelerado de los materiales encontrados.
La puerta permacía cerrada, tu al otro lado susurrabas cosas, como dormida, aplastando la cara posiblemente al metal pintado de azul.
Los ojos abiertos me los imaginaba yo, parpadeantes en la oscuridad que invita al miedo a ser feroz y palpable, oscuro, casi negro.
El trozo de puerta mas próximo al suelo se hace mas azul, casi añil, mas caliente. Es por tu boca, que despide su aliento contra ella y enmudece por momentos a todo el entorno que aplica su necesidad de mostrarse.
-¡¡¡Dime, dime!!!
Seguía oliendo a serrín, pero tu ya no sonabas, no sonabas.
(Jtown)
He sentido escalofríos y ni siquiera sé por qué...
ResponderEliminarBesos
Espero que sea porque te gustó, de todas formas gracias por leerme.
ResponderEliminarUn beso.
Jtown