La trompeta de las noticias importantes había sonado, con fuerza, desde la mas alta torre.
Los niños harapientos casi se saltaban unos a otros en dirección a la plaza, como un vendaval, las hierbas eran pisoteadas y las piedras mudaban de lugar al roce con los zapatos. Gritos, risas nerviosas e interminables llantos de pequeños borraban la tranquilidad de la zona.
Los perros aprovechaban para mordisquear los huertos, los pillos husmeaban entre las puertas, que olvidadas, habían quedado abiertas.
Desde el aire se divisaría una mancha marrón en dirección al brillo de las astas que alzaban las banderas de la fortaleza, trajes marrones y negros, sombreros rotos. Haciendo un dibujo, casi borrón, en la clara tierra de las calles.
En el gentío se hizo el silencio.
Dos grandes puertas que cerraban el primer balcón fueron abiertas, el sonido crujiente de la madera llegaba y provocaba el murmullo impaciente de los presentes, la larga fila de soldados que protegían la principal entrada se abría cubriendo aún mas hueco, y el sonido ambiente volvió a ser sobrepasado por el segundo sonar de la trompeta.
Al balcón, un hombre. Capa color cobre y traje ocre, barbas grises, cuidadísimas botas negras, pelo tan largo como escaso, disimulado por un pañuelo y un sombrero azulino.
Tercer toque de trompeta.
El hombre, abierto de brazos calmando al público, exclamó dos frases, una con tristeza, la otra, orgulloso y a gritos.
-La rosa ha muerto...
-¡Viva la rosa!
Jtown
UHmmm revolución en cualquier caso...
ResponderEliminar¡viva!
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